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Ungerer desde su propia voz

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Terry Gross entrevista para NPR a Tomi Ungerer. El audio está en inglés, nosotros rescatamos algunos de los temas tratados y los tradujimos: escuchen la picardía del autor desde su propia voz, sigan la conversación y disfruten sus variaciones.

 

Dibujar en tiempo nazi

Los nazis me lavaron el cerebro. Cuando ves cualquier dibujo que hice de niño, encontrarás dos categorías: los que hacía en la escuela y los que hacía en casa. Cabe aclarar que mi destino era ser alemán en la escuela, francés en casa y alsaciano en la calle cuando jugaba con mis amigos. Debo decir, también, que los dibujos que consideraba como míos eran los franceses ya que en la escuela debía dibujar imágenes de propaganda. Ahí fue que aprendí que no se puede vencer a un sistema. De verdad. Cuando estás siendo obligado, si te dicen que hagas algo para el Führer, dibujas para Führer. Así, mis primeros dibujos fueron de Adolf Hitler y sus propagandas. Sin embargo, debo admitir que filtraba elementos graciosos dentro de mis dibujos. Recuerdo una vez que tuve que hacer un retrato del Führer dando un discurso y puse una jarra de cerveza (de la que el Führer no tomaba). Por fortuna, nadie tuvo objeciones. La cosa es que, sin importar el origen de la tiranía, siempre se puede salir uno con la suya, no por medio del asesinato, sino con este otro tipo de cosas. La mente siempre es libre. Nadie puede quitártela. 

Nos obligaron a alistarnos como soldados. La idea era que nosotros no pensáramos por nosotros mismos: el Führer pensaba por nosotros. Para entonces todo se volvió más tranquilizante porque no era un buen alumno. Hasta los profesores me decían que no me preocupara porque el Führer también necesitaba artistas. Es decir, la cosa estaba diseñada para ganarle a los padres; para ganarle los hijos a los padres. Incluso nos ofrecían dinero para dejar a nuestras familias e ingresar a las escuelas Nazis.

Estados Unidos censura el tema del miedo


Sendak y yo tuvimos suerte de encontrar a Ursula Nordstrom, nuestra editora. Ante el tema de la censura, ella fue temeraria. Simplemente no le importó lo que dijera la gente. Debo decir que la mayoría de mis cuentos para niños tienen elementos de miedo. Y, para equilibrar este dato, debo decir también que los niños en mis libros nunca tienen miedo. Esto es un poco autobiográfico. Crecí en la guerra, en la última cabecera de puente que tenían los alemanes sobre el Rin, en Alsacia. Debo decir que vi la guerra como cualquier otro soldado de infantería por tres meses. Pero no recuerdo a mi madre padeciendo de miedo. Creo que el miedo es un elemento inculcado por los adultos la mayoría del tiempo. Y recuerdo que, incluso, bromeábamos durante los bombardeos. Así que siempre he intentado incluir este elemento en mis libros para niños.

La complicidad de los 60 dólares


Oh, hice muchas muchas cosas al llegar a EEUU. Es una tierra de oportunidades. Fue increíble cómo todo el mundo me trató bien. Es esos días, podías llamar a cualquier director de arte o editor, la secretaria te daría una cita y podías ir a enseñar tu obra. Recuerdo haber llegado con 60 dólares en mi bolsillo; no tenía portafolio, por lo que cargaba mis dibujos debajo del brazo. Hasta que un día comenzó a llover y entré a una farmacia que quedaba entre la calle 43 y Broadway, donde creo que aún permanece. Allí, pedí una caja, sabes, para mis dibujos. Entonces me dieron una caja que generó muchas emociones encontradas, porque era una caja de condones Trojan.

Variedad de vocaciones


Para muchas personas, el hecho de que experimentara con diversos géneros y formas de ilustración, fue difícil. Creo que la gente quiere estereotipar a los artistas bajo un mismo estilo a lo largo de toda su vida, para mí esto sería absolutamente aburrido. No podría hacer eso, con el mayor de los respetos. Para mí, cada libro es un reto y cada libro tiene que ser hecho de una manera novedosa. Tengo que intentar hacer algo distinto, y tengo que seguir adelante. Soy inquieto y muy curioso.

¿Por qué ilustrar erotismo?


Porque creo que es, realmente, una forma de libertad. Creo que las personas pueden hacer lo que quieran mientras no hagan daño a nadie, y mientras haya un mutuo consentimiento y todo eso. Y, realmente, el aspecto erótico de mi vida se desarrolló en una época tardía. Además, he sido muy curioso. Sabes, viví en Hamburgo, en un burdel, donde escribí un libro acerca de lo que allí ocurría: el trabajo de mujeres maravillosas que hacen lo que ningún psicoanalista haría. Y como siempre me ha fascinado encontrar el elemento humano detrás de todo...

El lector va primero


Siempre rompí todo tabú posible, tal como lo hizo Maurice Sendak. No con la intención de hacerlo sino porque soy un agente provocador por profesión. Está bien. Pero no siempre intento escandalizar; está dentro de mí. Y pienso, tú sabes, que a los niños les gustan los chistes. Los niños no son idiotas. Ellos saben de dónde vienen los bebés. Lo que desconocen es de dónde vienen los adultos. No respetamos la mente de los niños suficientemente aunque ellos puedan entender todos los chistes dentro de mis libros mejor que nadie.

Entrevista tomada de la web de NPR· Traducción realizada por Laura Sánchez

La diversidad de un autor

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Queridos lectores, conozcan a Tomi Ungerer:


Ahora les presentamos sus trazos, tal como los dejó cuando dijo "voilá" y los publicó bajo el nombre de Flix:





 



 

Por último, dejamos un boceto y cómo lucen los textos cuando serán traducidos a otros idiomas. Al ser parte de la ilustración, hay que dibujarlos también:
                        
 


Imágenes obtenidas de la web del museo Tomi Ungerer

Una ojeada digital: Flix y El ogro de Zeralda

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Flix

Teo y Flora Garra, una feliz pareja de gatos, quedan estupefactos al descubrir que su hijo recién nacido es un perro pug. Los señores Garra crían a Flix enseñándole a trepar árboles como los gatos y a comer ratones fritos. Por otro lado, su padrino, un perro sabueso, enseña a Flix a llevar con orgullo su herencia canina. Una curiosa vida entre dos mundos hace que Flix rompa las barreras de discriminación entre perros y gatos. Una historia sobre la diversidad escrita con el particular sentido del humor de Tomi Ungerer.


  El ogro de Zeralda  

Un ogro aterroriza una villa todas las mañanas para devorar niños pequeños. Con el tiempo, todos los padres esconden a sus hijos y no queda ni un solo niño a la vista. Sin embargo, lejos de la villa, en medio del bosque, hay una niña que nunca ha escuchado hablar del terrible ogro: Zeralda. Un día los caminos de Zeralda y el ogro se cruzan de una forma muy inesperada y apetitosa. Una escalofriante y divertida historia para los paladares más finos. 

La opción por el libro-álbum

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Verónica Uribe, una de las fundadoras de Ekaré y autora de los Cuentos de Diego y Daniela (entre muchas otras vocaciones), escribió en 1999 un texto crítico sobre el libro-álbum y su definición, constitución y alcance. Ekaré invita:

Dos lenguajes

Fue Monika Doppert, nuestra directora de arte de los inicios de Ekaré, la primera persona que nos hizo detenernos a pensar en dedicarnos al libro-álbum como editorial. "Las ilustraciones", dijo, y yo lo he repetido muchísimas veces hablando del libro-álbum, "no están allí para adornar el libro, ni para facilitar la lectura. Las imágenes son un lenguaje: comunican ideas, transmiten, informan".

Esto que parece tan obvio una vez que se escucha, nos lleva inmediatamente a pensar en el libro-álbum como un género que combina dos lenguajes: el de las palabras, el escrito, y el de las imágenes. Y creo que en este reconocimiento elemental, la presencia conjunta de dos lenguajes, que algunos hacen y otros no, radica la diferencia entre aquellas editoriales que publican de verdad libros-álbum, y las que publican simplemente textos acompañados de ilustraciones. Nuevamente digo algo que parece obvio, pero no es así. En América Latina hay muy pocas editoriales que de verdad se dediquen al libro-álbum, que lo hayan considerado seriamente como posibilidad, aunque hay muchas, o casi todas, que publican libros con ilustraciones.

Porque desprenderse de la predominancia, de la tiranía del texto no es fácil. Muchos dicen que el libro ilustrado comienza siempre en un texto, que es la base sobre la cual se construye el resto. Y ésta es, muchas veces, la premisa sobre la que se establece, no tan sólo una manera de entender y trabajar el álbum, sino que se manifiesta en otros ámbitos, por ejemplo, las relaciones contractuales: el autor tiene regalías pero no el ilustrador; o bien, se considera que el texto es una pieza terminada, inmodificable y las ilustraciones están allí para acompañar sin tocar.

Yo prefiero decir que la base ideal para un libro-álbum no es un texto sino una historia, un hilo narrativo muchas veces escueto, construido en palabras o imágenes, que se va modificando, enriqueciendo, complicando y definiendo con la presencia de otras imágenes y palabras. Pero trabajar así no es fácil, yendo y viniendo de la palabra a la imagen. Sólo resulta un proceso fluido cuando el autor del texto y el de las imágenes es la misma persona. De hecho, muchos sostienen que la excelencia en el libro-álbum sólo se consigue cuando esta condición está dada. Tomi Ungerer decía en una charla en Bologna que los únicos libros-álbum que quedarán en la historia de la literatura infantil como clásicos de este género serán aquellos que fueron hechos por un autor-ilustrador.

Tal vez ésta sea una afirmación extrema. En todo caso, el autor del texto es uno y el ilustrador, otra persona -que es la situación más frecuente, al menos en nuestra experiencia-. Es doblemente importante que el proceso editorial siga pautas que rescaten y refuercen la concepción de que estamos en presencia de dos lenguajes igualmente importantes, cada uno con su propia especificidad.

Dos lenguajes en tensión

Igual como antes con Monika Doppert, me encontré con un concepto desarrollado por Perry Nodelman que ha sido particularmente iluminador para mí. Es el concepto de tensión entre texto e imágenes. En un buen libro-álbum, dice Nodelman, las palabras y las imágenes cuentan dos historias diferentes y es la distancia entre la historia que nos narran las palabras y la historia que nos cuentan las imágenes lo que hace al libro interesante.

Las palabras nos empujan hacia adelante, queremos saber qué es lo que va a pasar, queremos descubrir el completo significado de lo que nos están diciendo, de manera que debemos continuar, terminar la oración, terminar el párrafo, pasar la página. Las imágenes, por el contrario, nos detienen para que exploremos en más detalle las escenas específicas que ilustran. Se produce, automáticamente, una tensión entre estos dos lenguajes.

El suspenso que crean las palabras por sí solas es un constante movimiento hacia adelante que se acelera hasta un clímax, pero las imágenes han aislado momentos que nos hacen detenernos y mirar. El goce de un buen álbum es esta constante tensión entre estos momentos de contemplación y la corriente de palabras que los unen. Este stacatto en los libros-álbum es muy diferente al ritmo de una historia contada sólo con palabras.

Las imágenes comunican de manera diferente que las palabras. Como debemos detenernos a contemplarlos, nos alejamos de la trama contada por las palabras, pero la atención que prestamos a los detalles visuales es recompensada con la comprensión más profunda de los sucesos y de los personajes. Las imágenes no pueden retratar la acción. Cuando los ilustradores aceptan la cualidad estática de las imágenes y las utilizan en combinación con el envión hacia adelante de las palabras, crean álbumes verdaderamente interesantes. 

En Bologna, Tomi Ungerer resumía de manera simple este análisis de Nodelman: lo importante en los libros-álbum es el ritmo; los libros-álbum tiene el ritmo de reloj. Tic, tac, tic, tac. Tic, una página, tac, otra página, tic, el texto, tac, las imágenes. 

Tensión entre imágenes y palabras:"Diego y los limones", un caso particular

Encontrar el camino del juego entre las imágenes y las palabras es uno de los grandes retos del libro-álbum. Para ilustradores y editores es importante sentir el ritmo, el vaivén, ese acercarse y alejarse de las imágenes verbales y las gráficas como si estuvieran desmadejando los hilos de un baile.

Ivar Da Coll lo hace con gracia. En este caso, (en "Diego y los limones mágicos" de Cuentos de Diego y Daniela) literalmente tuerce el texto para inventar un camino laberíntico hacia el mundo mágico de la casa de la bruja. Y esta es la casa de la bruja en un entorno poco habitual, un descuidado jardín tropical. Después del primer viaje a casa de la bruja en compañía de la abuela, los niños hacen un segundo viaje, solos. El camino se ha desplegado en parte, pero sigue siendo insólito.

Primer viaje a casa de la bruja, Ivar Da Coll para "Los limones mágicos"
 
Segundo viaje a casa de la bruja, Ivar Da Coll para "Los limones mágicos"

Hay una constante en este libro con la que ha jugado el ilustrador. Aunque el texto no establece diferenciaciones mayores entre el espacio de la casa de la bruja y el espacio de la casa de la abuela, con excepción de decir que la casa de la bruja es tétrica, el ilustrador enfatiza la "normalidad" de la casa de la abuela: ordenada, estable, equilibrada, con la casa de la bruja: deformada, abigarrada, en precario equilibrio.

Casa de la bruja, Ivar Da Coll para "Los limones mágicos"


Casa de la abuela, Ivar Da Coll para "Los limones mágicos"
Texto escrito, con mayor extensión, en 1999 por Verónica Uribe para el III Seminario Internacional del Banco del Libro, Caracas.

Ivar Da Coll: auténtico intérprete de la cultura infantil

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Beatriz Elena Robledo, investigadora colombiana de literatura infantil, escribe sobre la diversidad que ofrece leer a Ivar Da Coll:

Hablar de Ivar Da Coll es hablar de un creador. Creador de un mundo expresado en doble clave: texto e imagen. Este ejercicio creativo en el que, desde su origen, se fusionan los colores, las figuras, las técnicas de la ilustración con las palabras, la historia, el diálogo, requiere un gran talento. Y eso es lo que tiene Ivar Da Coll: talento. Pero un talento cultivado con oficio y vocación de explorador. Ivar es el único representante en nuestro país [Colombia] de ese singular y delicioso género –conquista de los libros para niños– llamado libroálbum. Género en el que no basta una simple relación entre imagen y texto, sino en el que además es necesaria la tensión y la lucha por el sentido entre estos dos lenguajes. Vendrán otros, jóvenes creadores que se irán abriendo camino en este campo que se instala con mesura en nuestro medio, pero él seguirá siendo el pionero. 

El camino para llegar al libro-álbum es diferente para cada creador. Algunos vienen de las artes gráficas y por casualidad o azar devienen en el oficio de crear libros para niños; otros provienen del mundo de la pintura; y otros se forman en la academia como ilustradores. Ivar viene de un espacio que quizás logre explicar su vocación literaria: el teatro. Su formación inicial es la de titiritero. Oficio que lo acerca desde una mirada lúdica al universo de los niños, y que le da los elementos esenciales para crear personajes. Y quizás estos sean dos secretos que explican su consolidación como creador de libros para niños: la construcción de personajes y una intuición, expresada en voluntad creativa, para descifrar el mundo infantil.

(...)

Para el titiritero que no ha dejado de ser, la imagen es escenografía, es teatrino. La imagen además es la posibilidad de mostrar a los personajes y su mundo en toda su expresión. Hasta en los textos más narrativos, sale su condición de dramaturgo. En sus obras los conflictos están concentrados y se resuelven en el mismo escenario. El tiempo presente prima por sobre el pretérito, lo que intensifica el conflicto; el diálogo expresa a los personajes y en la dialéctica de la conversación se resuelven las tensiones. Podríamos referirnos a la obra de Ivar Da Coll como la expresión de una dramaturgia, pero de una dramaturgia referida a los conflictos cotidianos de la infancia. El miedo, el olvido del cumpleaños del amigo, el drama de tener un hermanito que desplaza la atención de los adultos, la dificultad de guardar un secreto, las pesadillas encarnadas en monstruos, la partida de la casa buscando la compañía de un adulto que le dé lo que necesita, son los conflictos a partir de los cuales Ivar crea los personajes y las historias. Y en esta recreación de la vida infantil demuestra una agudeza de percepción que le permite no sólo crear historias cercanas a los niños, sino que además los interpreta, los revela y les devuelve las vivencias de su propio mundo con una gran calidad literaria y artística.
 
Los aciertos de Ivar también son técnicos y formales. Sus personajes animales están lejos de una simple reproducción de la realidad. Son creaciones muy suyas, algunos son híbridos de varios animales que al fusionarse logran crear seres con nombre y personalidad singular; otros representana un animal conocido. Vaca, gato, gallina, pato, pero dibujados con expresiones que los hacen únicos. Eusebio no es cualquier gato, es Eusebio: tierno, sensual, tranquilo, amoroso… Eulalia no es cualquier vaca, es Eulalia: vanidosa, suave y elegante. Y esos calificativos no están escritos en ninguna parte, los construye el lector a partir de la imagen de cada personaje. Allí está la maestría del creador. Quizás los personajes humanos se parezcan más entre sí, pero por sus expresiones sabemos si están tristes, alegres, atemorizados, enojados, en fin, sabemos qué están sintiendo sin que el texto nos lo haga explícito. Al mirar el conjunto de su obra, podemos afirmar con certeza que Ivar Da Coll logra crear un mundo poblado de seres diversos a quienes les caben calificativos comunes: la inocencia y la candidez propia de la infancia protegida que aún no se ha enfrentado a la dureza de la vida. Por eso su literatura acoge, arrulla, divierte y genera gozo en sus lectores tanto pequeños como grandes. Celebramos este homenaje a un artista consagrado a su oficio y quien ha demostrado con su obra estar del lado de los niños.

Texto tomado del catálogo de la exposición "Ivar y sus amigos" para la Biblioteca Nacional de Colombia, 2007 · Gracias a María Osorio por facilitarnos este material

Los trazos comentados de Ivar Da Coll

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Las ganas de dibujarlo todo parecen estar presentes en la cotidianidad de los ilustradores. En el caso de Ivar Da Coll, la ilustración puede ser hasta su sobremesa. El banquete está servido cuando, además, él mismo comenta sobre el arte que realiza.


Dibujo realizado en una servilleta por Ivar Da Coll · Texto tomado del catálogo de la exposición "Ivar y sus amigos" para la Biblioteca Nacional de Colombia, 2007 ·Gracias a María Osorio por facilitarnos este material

Historias posibles: entrevista a Ivar Da Coll

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Entrevista a Ivar Da Coll quien, además de ilustrar los Cuentos de Diego y Daniela, ha sido candidato a diversos premios de literatura infantil, incluidos el Astrid Lindgren Memorial Award y el Hans Christian Andersen.

¿Cómo te presentarías a ti mismo?

Cuando me presento a los lectores, los niños, les digo que mi trabajo consiste en escribir e ilustrar historias. Les explico que lo más común es que un libro para niños sea creado por dos personas: un escritor que transforma las ideas en palabras, y un ilustrador, quien transforma esas ideas para crear dibujos. Entonces suelen preguntarme que de dónde vienen mis ideas. Las ideas vienen de todo, es mi respuesta. Un ilustrador tiene que observar todo lo que le rodea: luces, animales, calles, personas... Un ilustrador es una persona llena de todo lo que le rodea, y esa plenitud causa una especie de cosquilleo. La manera afortunada de transformar esta sensación, al menos para mí, es la de escribir e ilustrar libros para niños.

Uso diferentes técnicas para ilustrar: acuarelas, tinta, lápices de color, creyones, pero, especialmente, gouche (una especie de témpera que ofrece la posibilidad de realizar diferentes texturas, desde acuosa hasta sólida).

Desde que decidí intentar ser autor e ilustrador, sólo he tenido trabajos relacionados a mi profesión. Quizás hay algunos trabajos que no están dirigidos al público infantil pero que me fascina realizar porque me dan la oportunidad de aprender. Todo se trata de aprender nuevas técnicas o de mejorar las que ya se conocían. Un ilustrador debe investigar y estudiar mucho. ¿Por qué? Porque los libros para niños deben contener elementos estéticos de alta calidad: estas piezas maestras de la creatividad deben estar expuestas claramente. Después de todo, son los profesionales en el área los que deben presentarle a los niños nuestro trabajo.

¿Puedes contarnos cómo te hiciste ilustrador de libros para niños?

Cuando tenía siete años, una profesora llamada Julia Rodríguez me invitó a participar en su compañía de títeres. Allí me convertí en titiritero. Además de haber actuado en diferentes obras, diseñé e hice los títeres. Creo que existe una conexión entre los títeres y los libros para niños. Son bastante similares: en ambos se describen las situaciones en las que participan los personajes. La pasión por actuar y el dibujo fue la que guió mi camino hacia la literatura infantil.

Vives en Colombia y has estado nominado varias veces a diferentes premios de literatura como el premio sueco ALMA. La mayoría de tus libros están publicados originalmente en español, una de las lenguas más habladas en el mundo. Esto te hace un autor internacional pero, ¿ves algo particularmente colombiano en tus libros?

Cuando empecé a trabajar como autor, en Colombia no existían lugares especializados en el tema. Por lo que aprendí por mi cuenta. Después de leer, observar y estudiar ilustraciones clásicas y modernas, empecé a experimentar con mi propio trabajo. En cuanto a la temática colombiana, creo que, si me he distanciado en algunos momentos, me ha ayudado en mi formación como autor. Hace veintisiete años, hice mi primera serie de libros: la de Chigüiro. Están basadas en un animal colombiano. Es un mamífero parecido al ratón, pero más bonito. Esta serie es sólo de imágenes, no tienen texto. A lo largo de los años he escrito e ilustrado muchas historias en busca de mi propio estilo, pasé de la rima a la historia de una cantante famosa (Celia Cruz), de poemas de Francisco de Quevedo a El día de los muertos, un cuento tradicional mexicano. Estas experiencias determinaron mi estilo: imágenes que hablaran por sí solas. No puedo desvincularme de las circunstancias que vive mi país. En los últimos años he estado trabajando con la fauna, flora, y paisajes de Colombia para transformarlos en historias que transmitan a los niños las preocupaciones universales.

Has ilustrado tus propias historias y las de otros artistas, ¿cuál dirías que es la diferencia entre las dos experiencias?

La idea de un libro es como la felicidad: cuando sientes que la has logrado, te sientes como la persona más afortunada del mundo. Luego viene la tarea difícil de encontrar las palabras para expresar auténticamente la idea. En algunos casos, trabajo simultáneamente. Así puedo detenerme a contemplar la creación de los personajes: sus gestos, el ambiente... 

En conclusión, trabajo con muchas referencias de imágenes. Es un trabajo increíble porque las palabras y las imágenes se intensifican entre sí. Una frase, una palabra, puede ocupar una ilustración de página completa, por otra parte, una página grande podría ilustrar un espacio pequeño. Ambos son lenguajes correlacionados, siempre en combinación. Las imágenes tienen la fuerza de hablar; las palabras para producir imágenes.

Cuando tengo que ilustrar un libro escrito por otra persona, la manera de trabajar es distinta. En algunos casos, si se tiene la suerte de hablar con el autor, se pueden definir aspectos de cómo el autor se imagina los personajes, los colores, los escenarios... En otras ocasiones, si se tiene suerte, de nuevo, se trabaja con un editor sensible que tenga la habilidad de encontrar las posibilidades de un libro. Esto es muy inspirador. En otros casos, hago yo mismo el trabajo de seleccionar textos que me gustaría ilustrar; podría ser uno clásico o una novedad.

¿Hay temas que sean difíciles de escribir para niños? Cómo dirías que es la recepción de los libros para niños en el público: cerrada o abierta?

Jorge Luis Borges decía: “un buen libro para niños es también un buen libro para adultos”; debería ser capaz de generar emociones en ambos. La única diferencia que podría haber es la particularidad de cada persona. La esencia del libro es la misma para niños y para adultos. Sin embargo, hay filtros que generan distorsión en la literatura infantil por ser considerada inapropiada por parte de los adultos. Algunas veces depende en qué cultura lee el libro. Por ejemplo, uno de mis libros que trata temas prosaicos (flatulencias, mocos, eructos) fue prohibido en Norte América pero en otros países de Sudamérica ha sido bien recibido. El problema real de los libros para niños es que están relacionados, la mayoría de las veces, con enseñar y aprender temas. Nosotros, como adultos, tenemos la opinión errada de que los libros para niños fueron creados para enseñar y no para disfrutar, hacer preguntas, generar reflexiones, fomentar diversas posibilidades y sentir placer. 

¿Qué historias crees que son importantes de contarle al mundo hoy día?

Todos los temas son buenos para la literatura infantil. La importancia está en la calidad: los niños merecen respeto de nuestra parte.

Entrevista realizada en inglés y con mayor extensión en vísperas del ALMA 2012 por Mats Kempe para la revista Karavan · Traducción realizada por Laura Sánchez

Antología familiar

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Como cierre de año y a modo de celebración, compartimos las anécdotas inéditas detrás de Los cuentos de Diego y Daniela por Verónica Uribe. Así es la narración, festiva:

 

Alguna vez me han preguntado de dónde surgieron las historias de estos dos niños y la abuela. Bueno, son gente conocida y son historias vividas. Más o menos. A comienzos de los noventa, Diego y Daniela eran dos niños pequeños, de 5 y 4 años, y más de una vez salí con ellos a caminar hacia una casa abandonada en el sector de Sebucán, en Caracas. La llamábamos “la casa de la bruja”. Y por el camino ellos discurrían acerca de cómo sería aquella bruja. Si sería gorda, si sería verde, si acaso nos embrujaría, si olería mal, si comería… ¿niños?. Iban riéndose nerviosos y temblando de susto y antes de acercarnos a la verja rota y oxidada, escapaban corriendo.
 

Recordando estos viajes inconclusos a la casa de la bruja, escribí Los limones mágicos. Fue la primera historia de la serie. Mi intención era abordar escenas de la vida cotidiana de una abuela y sus nietos que se topan con algún personaje singular que a su vez provoca un suceso extraordinario. En Los limones mágicos, conocen a la bruja y la abuela se transforma en sapo al morder los limones mágicos; en El barco pirata aparece Margot, la hermana mayor de la abuela, y todos disfrutan de una noche de juerga a bordo de la nave pirata; en La gran cometa voladora, van a casa de Emilio Chang, el fabricante de cometas, y Diego y Daniela vuelan sobre un gran pájaro del viento.
 

Las tres historias tienen que ver con retazos de recuerdos y con personas cercanas. Las galletas que cocina la abuela son las que mi madre preparaba para Navidad, unas tardes de diciembre en que la casa entera olía a canela, a clavo de olor y nuez moscada. Cuando la masa estaba lista, mi hermano y yo podíamos recortar las figuras: estrellas, pinos, corazones, ángeles. No había, eso sí, moldes de sapos, brujas o limones, como sucede en Los limones mágicos.
 

La hermana mayor de la abuela, la extravagante Margot, se parece a mi hermana Gabriela que también coleccionaba los deshechos que traía el mar: piedras muy pulidas, ramas de formas extrañas, conchitas. Le gustaba la soledad, pero soñó siempre con amores perfectos e imposibles. Como los piratas que llegan en noches de luna llena en El barco pirata.
 

Y mi hermano Pedro, como Emilio Chang, hizo desde niño, los mejores volantines, o cometas (papagayos). Íbamos a la orilla del río o a los cerros de Lo Curro, en Santiago, en los meses de septiembre cuando soplan los cuatro vientos, como en Canelo Alto de La gran cometa voladora. Llevábamos unos gordos carretes de hilo para que los volantines se perdieran en el cielo.
 

Tuve la gran suerte de que estas pequeñas historias le interesaran a Ivar Da Coll. Si no recuerdo mal, estábamos en Bogotá cuando me dijo que le gustaría ilustrarlas. Fue una gran alegría en esa tarde fría y lluviosa. Su trabajo es excepcional y los personajes y los paisajes que creó son inolvidables.

Ediciones Ekaré celebra sus 35 años

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Ekaré significa "narración nueva" para la etnia pemón que habita parte del territorio venezolano. Para la labor editorial de Ediciones Ekaré, la palabra es sinónimo de 35 años publicando literatura para niños y jóvenes. Desde 1978 el logo amarillo de Ekaré ha estado en los libros editados primero en Venezuela, luego en Chile y España. Han transcurrido 35 años intercambiando palabras e imágenes con diferentes culturas, por eso el aniversario es celebrado por todos: el equipo que conforma Ediciones Ekaré y el lector que, desde hace tantas décadas, guarda en la memoria alguna "narración nueva".


Los inicios de Ediciones Ekaré: entrevista a Carmen Diana Dearden

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Compartimos esta entrevista que le hicimos en 2013 a Carmen Diana Dearden, fundadora y presidenta de Ekaré, quien hace un recuento del proceso fundacional de la editorial: ¡sean bienvenidos todos!


La curaduría de los 35 años

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Hicimos una selección de 20 libros que han sido emblemáticos para los trabajadores, los lectores y los mediadores de Ediciones Ekaré. La curaduría está dividida en dos: diez libros que son traducciones y diez originales. ¿Qué significa esto? Pues les explicamos: una traducción es la publicación al español de un libro previamente creado y publicado por una editorial extranjera; una publicación original es aquella creada por y desde la editorial en trabajo conjunto con el autor e ilustrador. Desde sus inicios, Ediciones Ekaré ha intentado mantener de forma flexible un balance aproximado de 70% originales y 30% traducciones a publicar. 

Puedes hacer click en cada una de las imágenes para obtener una vista previa del libro. Sabemos que es nuestra lista faltan muchos títulos que nuestros lectores prefieren: ¡dígannos cuál para ir ampliándola!

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TRADUCCIONES

ORIGINALES

Postales memorables

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De la historia de Ekaré nos atrevimos a seleccionar 35 imágenes de su gente, espacios y encuentros: ¡recorramos juntos la memoria de la editorial!




Concierto para escalera y orquesta: una puerta a la imaginación

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Texto escrito por Ma. Victoria Sánchez

Escalera fugitiva y otros ejercicios surrealistas

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Una verdadera fiesta visual o de cómo sortear obstáculos y barreras con humor

Concierto para escalera y orquesta fue un cuento que escribí en 1984 y que inicialmente apareció formando parte de mi primer libro dedicado a los lectores adultos: Striptease, publicado en La Habana, en 1985. Ese fue un libro bastante amargo y desesperanzado, así que quise que al final apareciera una pincelada lúdica y optimista, dedicada “al niño que somos”. Para mí ha sido una verdadera fiesta que tres décadas después Ediciones Ekaré haya rescatado Concierto para escalera y orquesta, acompañándolo con hermosas ilustraciones de la artista Carole Hénaff. Me gusta pensar que este no es solo un libro para niños, sino una obra “apta para todas las edades”.

El cuento lo veo como un ejercicio surrealista en clave de humor, en el que a partir de un conflicto inicial se desencadena una serie de situaciones inesperadas. Se trata de una suerte de parábola sobre la tenacidad y el ingenio para sortear obstáculos y barreras de diversa índole (algo que nos viene muy bien en estos tiempos de crisis).

La edición de Ekaré es de coleccionista, con ese formato alargado que remite a una escalera y con una encuadernación inusual. Pocas veces la edición de un libro mío me ha producido tanta alegría.

Texto: Antonio Orlando Rodríguez


De la línea al color entre símbolos y metáforas

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“Por lo general me gustan los colores vivos, inspirados en mis viajes por Brasil y África. Por eso uso acrílicos: tienen una gran variedad de colores, tienen un tacto suave y permiten pintar capas y capas. Una gran ventaja. Cuando los bocetos están aprobados, a veces hago unas pruebas de color en el ordenador. Pero no siempre, porque muchas veces me gusta dejarme llevar por la intuición y no tenerlo planificado a la hora de pintar”.

“Cuando leo un texto por primera vez, apunto las palabras que quiero destacar, luego hago varios bocetos a lápiz para cada ilustración; así puedo elegir las escenas que mejor se adaptan según el ritmo y la composición del libro.”

“La historia de 'Concierto para escalera y orquesta' es un no parar, llena de acontecimientos totalmente surrealistas. Empieza con un pez haciendo crucigramas, una escalera en la peluquería, un platillo volante lleno de mermelada de mango, dinosaurios, un cuerda con vértigo…”.


“Al tener tantas imágenes, me pregunté que podía aportar al texto sin caer en lo descriptivo, y hacerlo de manera que los dos se complementaran. Por eso traté cada imagen aparte como un pequeño cuadro que tiene su propio lenguaje, intentando sugerir más que ilustrar textualmente. Por ejemplo, para la escena donde la chica besa una flor para pintarse los labios, representé un pincel con pétalos de rosa que recuerdan la forma de unos labios".


“La imagen que más me costó -a pesar de ser la más sencilla- es la de la cuerda. Intenté imaginarme cómo sería una cuerda que se cae al vacío con vértigo… Por eso tiene estas curvas que suben y bajan, que no se sabe muy bien qué hace”.

“Para la fachada del edificio, que aparece en varias páginas, había pensado en un color luminoso tipo naranja/amarillo. Pero cuando llegué en la imagen de la cuerda, no me convenció nada el resultado. Entonces retoqué, cambié de gama... hasta llegar a la conclusion que el color mas adecuado para representar el vacío y el miedo es el negro.”


“Una duda que teníamos era si representar a la escalera en la peluquería o en el hospital, que es una imagen divertida, pero pensamos que lo mejor era guardar la escalera desaparecida para el final del libro y poner el acento sobre el vacío”.

“Y para la última página, en lugar del desplegable decidimos simplemente usar la doble página, dando así la sensación de estar dentro de la sala de concierto, dentro del libro.”
  

Notas a partir de las palabras de Carole Hénaff 
en la inauguración de la exposición de originales del libro en Abracadabra, Barcelona, 13 de marzo de 2014

Una ojeada digital: Concierto para escalera y orquesta

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Una pareja intenta asistir al concierto de la Orquesta Sinfónica, pero hay un solo problema: las escaleras del edificio han desaparecido. Mientras buscan una solución, el concierto avanza cada vez más. Antonio Orlando Rodríguez nos envuelve en esta historia llena de humor y absurdo. Las ilustraciones de Carol Hénaff complementan el inusual formato del libro: muy largo y estrecho, justo como una escalera. 

Narraciones indígenas: recontando la tradición oral

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Hace 35 años, cuando Ediciones Ekaré fue fundada, una de sus principales intenciones era publicar libros que reflejaran paisajes, personajes y tradiciones con las que los niños venezolanos y latinoamericanos pudieran identificarse. Así surgió la colección Narraciones Indígenas: historias de la tradición oral indígena adaptadas al libro álbum. Tomados de las etnias venezolanas pemón, wayúu y warao, los relatos escogidos para esta colección tienen en común estructuras sencillas que suelen explicar el origen del mundo o elementos de la naturaleza: por qué los cocuyos o luciérnagas tienen luz en su cola, cómo el tigre consiguió sus ojos amarillos, por qué a los conejos les tiembla la nariz…

El texto fundacional de Ediciones Ekaré (Caracas, 1978) da testimonio de 'Narraciones indígenas' como la primera colección de la editorial y establece lineamientos gráficos y tirajes para la misma que aún hoy en día se mantienen.


Verónica Uribe y Carmen Diana Dearden, fundadoras de Ekaré, fueron las encargadas de seleccionar estas historias entre el acervo de más de 30 etnias venezolanas. Muchas ya habían sido recopiladas por investigadores como Fray Cesáreo de Armellada, en el caso pemón, y Ramón Paz Ipuana en el caso wayúu. En las palabras de Verónica Uribe:
“Aun siendo muy locales, las historias que escogimos lograban universalidad. Queríamos textos atractivos, novedosos, sin rastro de paternalismo o didactismo. La tradición oral fue entonces, y sigue siendo, una fuente importante y siempre gratificante en nuestro trabajo editorial”.
El verdadero reto consistía en transformar las historias originales en libros ilustrados de alta calidad. Hoy en día, los lectores han hecho suyas las Narraciones indígenas y su existencia como colección ha contribuido a un reconocimiento de las etnias y al rescate de su tradición oral.

Fray Cesáreo de Armellada y las Narraciones Indígenas

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Fray Cesáreo de Armellada fue un misionero e investigador de la literatura oral pemón. Algunas de las historias que recopiló fueron llevadas al libro álbum por Ediciones Ekaré: El Rabipelado Burlado, El Tigre y el Cangrejo y El Tigre y el Rayo. En su correspondencia con las editoras, solía enviar largas misivas escritas con su bella caligrafía y acompañadas de estampitas de San Francisco de Asís.


A continuación se transcribe una carta enviada a Ediciones Ekaré en 1978 a propósito de la publicación de las Narraciones indígenas:
"[...] Mi mayor deseo es que tengan éxito en estas tareas de acomodación, ilustración y divulgación de las narraciones indígenas. Tales tareas redundan en bien de nuestros indios, cuya imagen se mejora en el público lector; y también redunda en honor de quienes hicimos el esfuerzo de estudiar sus lenguas y sus creaciones literarias. Ambas cosas se las agradezco en mi 'condición' de Padre Indio, con que soy conocido y que mucho me agrada".


Fray Cesáreo de Armellada


Nació el 1 de febrero de 1908 en Armellada, España. Su nombre de pila era Jesús María García Gómez. A los quince años se comenzó a preparar para sacerdote y a los veintitrés años se ordenó como padre capuchino.

En 1933, con veinticinco años, fue enviado como misionero a Upata, en Venezuela. Desde Upata, Fray Cesáreo se trasladó a la Gran Sabana para convivir con los indígenas locales y se estableció en Santa Elena de Uairén. El llamado “Padre Indio” permaneció en estas tierras hasta 1943, explorando la región y conociendo a sus habitantes. Durante todo este tiempo realizó sus recorridos a pie y llevando cargas en su espalda, o bien en precarias embarcaciones navegando los afluentes del río Orinoco, muchas veces aquejado por el paludismo. Entre las excursiones que realizó se cuentan las de Kamarata, Kavanayén y Tucupita, en Delta Amacuro. Da testimonio de estos viajes en el siguiente comentario:
"Viajábamos a un lugarcito de indios. De allí, íbamos a otro lugarcito de indios que estaban bastante separados, un día, dos días de viaje... Pero lo hacíamos a nuestro gusto, a nuestro placer y gozábamos mucho de esa región que tiene buen clima, muchísimos ríos, muchísimas cascadas, muchísimos cerros bellísimos".
Dedicó su vida al estudio sistemático de la lengua pemón y a la recopilación de su cultura y tradición oral. Además del pemón llegó a hablar otras cinco lenguas indígenas con fluidez. Su labor de investigación ha sido fundamental en el rescate de los mitos, costumbres y riqueza lingüística de los indígenas en Venezuela. Llegó a publicar al menos una docena de libros entre los que cabe destacar “Gramática y diccionario de la lengua pemón” y “Taurón Pantón I y II”.

Los indígenas le tenían en muy alta estima y le permitieron vivir entre ellos como uno más, dándole el nombre de “Padre Indio”. Él mismo se creó el pseudónimo “Emasensen Tuari”, con el que firmaba algunos escritos, y que significa “el pobre corresenderos”.

En 1943 se trasladó de vuelta a Caracas por orden de sus superiores. Entre sus labores posteriores, fue Director de la revista "Venezuela Misionera", Director del Archivo Arzobispal de Caracas, académico de la Academia Venezolana de la Lengua y Director del Centro de Lenguas Indígenas de la UCAB. En 1965 se tituló como Periodista por la Universidad Católica Andrés Bello, siendo el estudiante más longevo en graduarse para su momento. Mereció, entre otros reconocimientos, el Premio Nacional de Cultura Popular Aquiles Nazoa en 1995. Falleció en Caracas en 1996 y sus restos fueron trasladados al Santuario de Kavanayén, una comunidad pemón.

El Rabipelado Burlado: un lector inesperado

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Galpón de Ediciones Ekaré en Altamira Sur, Caracas en 1978

En 1978 se publicó el primer libro de Ediciones Ekaré: El Rabipelado Burlado. En aquella época la editorial funcionaba en un galpón del Banco del Libro, en Altamira Sur (Caracas, Venezuela), cuando aún no se habían construido las oficinas actuales. En este espacio de techos de zinc y piso de cemento, las editoras hicieron sus primeros libros.

Muchas veces encontraban, por las mañanas, pequeñísimas huellas sobre los escritorios, documentos e ilustraciones. Por fin, alguien reveló la identidad del visitante: se trataba de un rabipelado (zarigüeya o tlacuache) que acostumbraba colarse en el galpón por las noches. Meses después y por mera coincidencia, se publicó 'El Rabipelado Burlado'. Con el pasar de los años fue inevitable pensar en el rabipelado como la mascota de la editorial y desde entonces ha formado parte de su imagen institucional.

Todavía hoy aparecen rabipelados de vez en cuando en las oficinas de Altamira Sur, paseándose por el techo o trepando por las ventanas, vigilando de cerca la labor editorial. Hoy en día, la huella mínima de aquel primer visitante ha alcanzado otras latitudes: el barrio de Gràcia en Barcelona, España (sede de Ekaré Europa) y la librería de Ñuñoa, en Santiago de Chile (sede de Ekaré Sur).

También sucedió que la editora de 'El Rabipelado Burlado', Carmen Diana Dearden, tuvo a su hijo menor apenas unos días después del lanzamiento del libro. Inevitablemente todos comenzaron a llamarlo “El rabipelado” y así quedó por un tiempo, hasta que las confusiones entre bebé y rabipelado generaron tanta consternación, que le cambiaron el apodo por uno más acorde.

Sede actual de Ediciones Ekaré en Altamira Sur, Caracas en 2014



Sede de Ekaré Europa en Barcelona, España en 2014                          Sede de Ekaré Sur en Santiago de Chile en 2014


El Burrito y la Tuna: de la literatura oral a la palabra escrita

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La literatura indígena en Venezuela, y en gran parte de Latinoamérica, ha sido de carácter oral, fijándose en la memoria de sus participantes y cultores en lugar de soportes escritos. La colección de Narraciones indígenas tomó historias que habían sido recogidas por investigadores como Fray Cesáreo de Armellada y Ramón Paz Ipuana, y las adaptó al formato del álbum ilustrado. Sin embargo, la tarea no era nada fácil: había que encontrar la manera de mantener el espíritu de las narraciones originales, creadas en función de la oralidad.

Como género, la tradición oral ha modelado la transmisión de saberes e historias de los pueblos al pasar de una generación a otra y es, a su manera, la bisabuela de todas las literaturas. Los mayores se las contaban a los más pequeños, y los viajeros las repetían adonde llegaran. La naturaleza del formato oral propone una adecuación constante a las circunstancias de transmisión. Apunta Ana Pelegrín:
"Denominamos literatura de tradición oral a la palabra como vehículo de emociones, motivos, temas, en estructuras y formas recibidas oralmente, por una cadena de transmisores, depositarios y a su vez re-elaboradores".
La fijación a la palabra escrita supuso entonces una gran exigencia. Una de las editoras de 'Narraciones Indígenas', Verónica Uribe, afirma:
“Nos hicimos muchas preguntas: ¿Podíamos traducir con fidelidad, no solo a otra lengua, sino a la palabra escrita, la sutil y evanescente literatura oral de pueblos con culturas tan diferentes a la nuestra? ¿Cuán fieles eran las versiones que habíamos tomado como fuente para nuestros libros? ¿Era completamente confiable el criterio de los antropólogos y folkloristas consultados? Muchos no estaban de acuerdo entre ellos y algunos descalificaban el trabajo de otros. ¿Cuán fidedignas eran las versiones recogidas de los informantes? Porque muchas veces, los indígenas, percatándose de la curiosidad de los investigadores, les tomaban el pelo. Por ejemplo,  a un antropólogo que quería saber dónde habitaba el ‘dios’ de los guajiro, el informante le contestó que en Caracas. Y a un fotógrafo belga que quería hacer un libro acerca de los yanomami, ‘los hijos de la luna’, le cobraban por pintarse para la guerra o por encaramarse a una palmera a recoger el fruto del moriche”.
A partir de las historias recopiladas por estos investigadores, se inició una adaptación en base al formato del libro álbum infantil. Podemos ver algunos registros de cómo se realizó este proceso en un folio original con la transcripción en wayuunaiki de El Burrito y la Tuna, y una posterior traducción, edición y corrección del mismo relato.



Para las adaptaciones se tomaron en cuenta no sólo las características de longitud y estructura de los libros álbum; las editoras se nutrieron de su propia experiencia recontando la historia en el programa de Bibliotecas del Banco del Libro y observando la respuesta de los niños. También, en el caso de las historias pemón, se tomaron las sugerencias de un habitante de Kamarata. Al final de cada libro, se añadió una nota etnográfica junto a un pequeño glosario, por sugerencia del antropólogo Luis Urbina. Como resultado, la colección logró conservar la esencia de la tradición oral, y aportó un nuevo ingrediente narrativo: la ilustración.
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